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julyosoriohh

Acerca de Ganar y Perder

Actualizado: 29 feb


Ahora que mis hijas están en el mundo de la competencia, vivo debatiéndome en el afán de enseñarles a pensar como deportistas, a que amen lo que hacen, a que valoren lo que tienen, a agradecer, a luchar por sus sueños, a no rendirse, a que se enfoquen en sus procesos, en su crecimiento personal, en sus valores y virtudes como deportistas, como compañeras. No sé por qué pero nos vimos “Cool Runnings” – “Jamaica Bajo Cero”, una película de 1993, es decir, de hace 31 años, basada en hechos de la vida real, contada de una manera muy Disney y al parecer, alejada de la realidad. De ella, no recordaba nada más que la escena de uno de ellos sosteniendo un huevo de la suerte, pero para mi sorpresa, nos hizo de la tarde del sábado algo especial. No se puede negar, se hablaba de ganar, pero al final, el mensaje era otro.  En mi estricta y a veces rígida y ácida mente, la palabra ganar hay que cogerla con pinzas, puede ser tan peligrosa como una dosis de algo muy adictivo y que puede rayar un poco con los bordes de lo maquiavélico, ¿o estaré muy del lado de la mediocridad que no quiero ver más allá?

 

Qué hartera perder

Sin duda, una experiencia dolorosa, se siente desilusión, el corazón partido, y tantas preguntas como en qué fallé, tanto que practiqué, tanto que entrené, tanto que visualicé… ¿y ahora qué? ¿Cuál es mi valor ahora que no gané? Qué difícil tarea la de los entrenadores hacer entender que esto igual es inevitable, que recoger cosecha es delicioso y perder siempre será parte del paseo, que siempre-siempre va a pasar y la única opción es acostumbrarse a ello, incluirlo en el plan de entreno, es saberlo manejar y trabajar en los planes de acción.

 

Perder siempre marcará un punto de quiebre, un punto de partida, hace evidente el momento de analizar las fallas, al final, todo es tan perfectamente imperfecto que siempre habrá algo por mejorar. Perder nos hace vulnerables, nos hace coger callo ahí donde más duele, porque sin duda, puede tocar heridas que no hemos visto antes pero que por simple supervivencia, terminamos sanando y así… así sucesivamente.

 

Al otro lado

Pero aquí no se habla mucho de eso. A partir de la ficción y una historia a la que se le mete picante para seguramente hacerla más atractiva, se hablan de sueños, se habla de ver más allá de las caídas, se habla de la recursividad, del poder de convencimiento, de la terquedad que a uno le da, o esa que me da a mí cuando se me mete algo en la cabeza. Es como un taladro que hace tanto ruido que el no se oye nada alrededor, ni las voces de los que están a favor, ni mucho menos de los que están en contra. El taladro desde su centro más fuerte, perfora donde tiene que abrir hueco hasta poder colgar ese cuadro. No matter what.

 

Es bien conmovedor verlos competir en un trineo sin pintura, obvio que hace parte del romanticismo de la historia, pero logra transmitir un mensaje que puede usarse de manera educativa para los niños, para uno mismo. Amo la tecnología y sus avances, sin embargo, muchas veces es más cuestión de fondo que de forma, pero nos dejamos también intimidar por las posesiones o equipos de los demás, cosa difícil de entender en entornos donde a veces hay tantos privilegios, donde parece no haber techo, donde es solo chasquear los dedos y pedir. Mejor dicho, al final, termina siendo más el indio que la flecha, pero vaya y sea coherente...

 

No sé si hablar del final por si alguien se la quiera volver a ver. Si son como yo, para mí todo fue sorpresa, como verla por primera vez, me acordaba solo del huevo y la insigne canción (I can see clearly now the rain is gone... ). Olvidé si en algún momento lagrimeé ante sus victorias, sus caídas y sus luchas, al ver la ilusión en sus ojos, de la fuerza que representa el equipo, de la fe ciega en sus entrenadores y en sus procesos, en reconocer que perder no es un final sino un volver a empezar. Al final, en la competencia, de lo único que nos podemos hacer responsables es de dar lo mejor cada instante. ¿Y los resultados? Hay que visualizarlos, hay que soñarlos, hay que trabajarlos, hay que madurarlos, hay que recibirlos, hay que aceptarlos, hay que abrazarlos, hay que aprender de ellos, hay que celebrarlos, hay que cosecharlos, hay que soltarlos…  Los números nos ubican en un escalafón pero no nos definen como personas y no quiero permitir que mis hijas hablen solo de ganar, quiero que trabajen mientras disfrutan para ello, que sueñen con ello, y que sepan renunciar solo cuando es la única opción. Enfocar la competencia en los puestos, es pretender recordar el colegio por cada nota que sacamos. ¿Será que si es así? ¿O será más porque todo lo que nos hizo sentir?  .




 

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