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Comida Fashion- y el acceso a la información

Nunca dejo de sorprenderme con todas las modas que rodean el tema de la alimentación, me declaro genuinamente ignorante en el tema y creo que no podría nombrar más de una de las dietas famosas de hoy día. Recordando que soy deportista de afición, administradora de empresas y observadora de profesión, necesito exorcizar este tema que todos los días me asalta. Porque dicen que cuando uno hace algo por más de 10 años ya se puede considerar que “sabe del tema” y llevo alimentándome más de 10 años y viendo cómo se alimentan los demás.


Año 2015 (en realidad no es relevante)

Un día, no hace muchos años, me detuve mirando a mi abuela quien por ahí a sus 95 años (serían dos años antes de morir), disfrutaba gustosamente un pandebono que ella misma hacía en casa, por cierto, con una receta mejor que la de los mejores pandebonos de Cali, una mujer que se ahorraba el arroz a la hora del almuerzo porque su vanidad le decía que se iba a engordar, pues claramente estaba guardando el espacio para ese pandebono recién hecho o recién calentado (un sabor igual de glorioso), o la tortica, postre o helado a la que muy seguramente la iríamos a invitar como lo hacíamos algunas tardes entre semana.



1920-1940

Y se me desvió la mirada hacia un punto en el horizonte, ni sé si un punto fijo pero sí un punto muy perdido en alguna parte del tiempo y el espacio, y la vi en Santagueda donde pasó todos sus veranos y muy seguramente la mayoría de sus fines de semana. Recorrí la finca imaginando a mi abuela con sus 7 hermanos, recordando sus historias en las que me contaba que ella misma ordeñaba las vacas, se tomaban la leche recién ordeñada, con su espuma como lo haría el conocedor en esa época, y con esa misma leche seguramente elaboraban el resto de sus derivados, seguramente comían chicharrón "ventiado" pues plato de frijoles que se respete, tiene su porción al lado. Por cierto, no hacían mucho deporte, ¡¡no sabían de lo que se estaban perdiendo!!, más aún sabiendo que tenían tantos paraísos por recorrer que poco a poco fueron convertidos en lo que ahora vemos como selvas de cemento.




Volviendo del Viaje

Regresé al presente, con los ojos la enfoqué, la miré, y me volví a elevar viéndola disfrutar y saborear sus postres hasta la última cucharada. Tenía un dicho que se le volvió costumbre, como aquel que pide perdón para no pedir permiso y era: “¿Me das un poquito? Es para tomarle el sabor”. Ya sabíamos, era como un mantra y además la mentira más grande, lo quería todo para ella, una cucharada nunca le bastaría, y nunca supo cuántas calorías, grasa, azúcar o macronutrientes había en una torta de chocolate, ni en una pizza hawaiiana, mucho menos en una popular con la que acompañaría un pandebono (o empanada del Rincon de la Abuela), y creo que si se hubiera puesto la matemática, el sabor y el placer ya nunca serían igual.




La comida nunca fue un pecado, era una rutina que venía acompañada de premios celebrando la vida, no era solo los viernes u ocasiones especiales, era cuando le ofrecían que sin miedo decía, “bueeeeno, te recibo un poquito para tomarle el sabor”, y sabíamos que no nos iba a dejar. Retomemos, no estamos hablando de alimentación deportiva, ni la que necesitamos cuando estamos preparando o corriendo carreras exigentes, estamos hablando del día a día, de personas sin alergias y/o restricciones médicas.


Entonces pensé, y dejando a un lado todo el tema de pesticidas, conservantes, etc., porque la idea no es polemizar ni entrar en detalle, pero… ¿por qué nos complicamos tanto con la comida? Pueda que a mi abuela le haya tocado otra época, eso es clarísimo, pero también le tocó parte de lo que nos tocó a nosotros y nunca dejó la harina de trigo, porque no era alérgica; nunca dejó el azúcar, porque no era diabética; nunca dejó la carne, porque la toleraba bien; siempre comió verduras, porque era el secreto de su juventud; siempre comió frutas, porque la ayudaban con su digestión; tomaba jugos de vez en cuando, la verdad no le gustaban, al menos que fuera de lulo y no dejaba ni media cucharada de espuma; no perdonaba el café con leche todas las mañanas y todas las tardes, no recuerdo fuera con leche de almendras, arroz, macadamia o deslactosada; le gustaba la mantequilla, le da mejor sabor a los postres; no tomaba mucha agua, su único e inmenso pecado, y creo que le pasa mucho a los adultos mayores, primero porque les da pereza, y segundo porque les da más ganas de ir al baño que pues… les da aún más pereza (¿¿¡¡¡a quién no le da pereza esa parte!!!??). Eso sí, evitaba los fritos y muy al final, a cuidarse de la sal.


Concluyamos entonces ¿qué sí sabía mi abuela? Conocía sus porciones- encontró el tamaño de lo que necesitaba según lo que gastaba en el día, seguramente los doctores le ayudaron un poco a descifrar qué tanto necesitaba para su edad, peso y estatura, y lo que su cuerpo iba dejando de producir para reforzarlo con la comida, sabía qué le caía bien y qué le caía mal, sabía que la tortica se la podía comer feliz así no hiciera un entreno diario, muy probablemente tuvo un metabolismo privilegiado, muy probablemente no todos somos iguales, pero todos sí podemos conocernos, todos en el fondo sabemos lo que nos conviene, todos tenemos la posibilidad de escucharnos y filtrar lo que nos pide nuestro cuerpo que es alimentación, gasolina, materia prima para trabajar. Por otro lado, tenemos también la posibilidad de pedir ayuda si la comunicación con el cuerpo está fallando, porque esta también falla, ¡¡y mucho!!, a veces hay ruido, a veces hay emociones, a veces hay hormonas, a veces hay tentaciones, a veces hay hábitos que por el simple hecho de estar ahí no nos dejan salir del circulo vicioso de los alimentos que no nos proveen buena calidad. Hay que trabajar la conciencia para que nos permita andar por encima de los deseos del cuerpo. No es que el cuerpo sea malo, pero muchas veces es guiado por los hábitos y se queda en lo mismo dando vueltas hasta que la conciencia lo rescate y encarrile de nuevo. El cuerpo y la conciencia son como el niño y el adulto, el cuerpo y el niño a veces piden lo que creen es lo correcto, y son la conciencia y el adulto los que tienen la responsabilidad de guiarlos en ese camino.



A veces el exceso de información nos confunde, a veces la ignorancia nos protege de información que no sabemos manejar.

Gracias Tatica por ser mi gurú, siempre me inspiras, siempre te pienso, siempre te extraño

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1 Σχόλιο


Ana Maria Alvarez
Ana Maria Alvarez
14 Οκτ 2020

Por siempre recordada la Tata por sus deliciosas tortas y el amor con las que las hacía, tan bella. Me perdí el pandebono! Me hiciste antojar mi July, besos.

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