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El Solid Bike Park y la Movilidad Sostenible – emprendimiento caleño 😉

A mí me pasó, no tenía la menor idea de lo que era pasear por las ciclovias de Cali. Tanto que decimos que estamos lejos de los países del primer mundo (y de hecho lo estamos), pero no aprovechamos lo poquito que tenemos de ellos, y la Calle Quinta, es uno de esos sitios. Muchas veces no hacemos las cosas porque simplemente, no sabemos que se puede. Nacimos tan acostumbrados a que nos digan qué hacer, que olvidamos explorar nuevas y espectaculares posibilidades. Christian lo hizo y quiso ir más allá, motivado por la movilidad sostenible, creó “Solid Bike Park- Movilidad Sostenible- un modelo de movilidad que no causa un impacto negativo sobre las condiciones del medio ambiente y que se preocupa por el bienestar y la calidad de vida de las personas, en armonía con el planeta tierra" - un estilo de vida.

Christian sueña con que los caleños lleguemos a todas partes en bicicleta, él lo hace, al menos que deba hacer mercado grande o movilizarse con su familia. Desde su experiencia como Gerente de la empresa que vendía las bicicletas eléctricas A2B en el país, empezó a visualizar el desarrollo de un estilo de vida, algo que va mucho más allá que una simple venta de bicicletas. En esta empresa, encontró la herramienta a través de la cual podría cumplir ese sueño, sin sacrificar la pinta, el pienado y el maquillaje de los bici usuarios, pues con la posibilidad de desplazarse a 25 km/hr sin esfuerzo, claramente le permitiría a las personas llegar bien arregladas a su destino, y con los riñones en su sitio porque tienen amortiguación hasta en la silla. ¡Qué delicia de vehículos!

El día que decidí intentarlo

Lo primero que me dijeron: “ponete ropa de calle, la que querás”, claro, yo igual ando en tennis hasta para ir al Banco entones no fue la excepción, entonces me puse una blusita y unos jeans, medio me arreglé la cara con lo mínimo porque tampoco soy de maquillaje para el día a día, loción, y el pelo que estaba en uno de esos días que uno se mira al espejo y dice “¿wow y eso tan increíble?” (y con ese miedo de irlo a dejar todo en el casco).

La experiencia de llegar al sitio fue espectacular, ubicado exactamente al lado de la entrada principal de Unicentro, te recibe el tablero (o pizarra) donde nos dejan poner nuestros pensamientos, luego el recepcionista quien nos toma los datos, proporciona antibacterial y nos ubica según lo que necesitemos (alquiler, venta, reparación, mantenimiento, lavado de bicicletas, venta de accesorios y hasta botellas de agua helada para hidratar estos calores caleños). Cuando vas a parquear allá, amablemente te recibe con un saludo, te hace el talonario con el desprendible y un sticker para identificarla, como en cualquier parqueadero de autos de los centros comerciales pero más personal, mucho más personal. Es que, no le faltan los detalles. Y lo primero que me dice Christian: “bueno, ya sabés montar en bici, aquí están los cambios y con este acelerás, si querés esperate a que le cojas el tiro para que lo usés”- recordando que pueden llegar hasta los 25 km/hr. Y yo solo me acordaba de la vez que casi se me sale el corazón cuando me subí a las patinetas y aceleré por primera vez… El halón aquí fue parecido, ¡se siente!, pero con la tranquilidad que va uno en un vehículo sólido, con buenas llantas, amortiguadores, 7 velocidades (Shimano Tourney 7), frenos de disco, reflectivos, y un “buen” equilibrio. Salimos del parqueadero, y empecé a conocer Cali de otra manera, la Cali de la que les hablo e invito a conocer.


La sorpresa

No sabía a donde mirar, si hacia arriba donde veía las ramas de los samanes como sombrillas por donde se colaban los rayos del sol y el azul del cielo, la ruta perfectamente demarcada, limpia y pavimentada, o la cara de los otros bici usuarios en una plenitud que no estamos acostumbrados a ver, porque lo que se ve en los semáforos es otra cosa, y creo que todos sabemos de lo que estamos hablando.



El recorrido

Nos fuimos desde Unicentro hasta el Batallón Pichincha, con algo de cuidado porque quisieron conservar todos los árboles, incluso los que con sus ramas torcidas de repente se atraviesan como un arco iris inesperado. De ahí subimos hasta Jardín Plaza, y terminamos en la Universidad Icesi, disfrutando sin esfuerzo de una loma, viendo los carros quietos y atascados, y sin sudor en la cara, en la espalda o en el casco.


No sobra decir que hay que tener cuidado, en las glorietas hay que “mandarse” y hacer uso de las señales de tránsito con las manos. Carecemos de direccionales pero sí tenemos dos manos con las cuales es nuestro deber indicar hacia dónde nos dirigimos, es que es hasta instintivo. Y con el respaldo de la Ley 1811 de 2016, sabemos que como ciclistas, tenemos derecho a usar el carril completo - gústele a quien le guste.


Nos bajamos de la Icesi ya sin pedalear y freno en mano, con la nostalgia de un capítulo que se cierra, y con la esperanza de poder abrirlo para muchos. Terminamos comiendo chontaduro con agua helada de su tienda y decidimos dejar espacio para un segundo capítulo porque ya es mucha información. Por el chat o comentarios pueden dejar preguntas que con gusto podemos responder, y por favor no duden ni un minuto en vivir esta experiencia y empezar a cambiar el chip por ese que tiene Christian tan arraigado, apostándole a una ciudad más amigable y sostenible para todos.



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