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julyosoriohh

Entrenar o no entrenar, esa es la cuestión - ¡Más ahora en año nuevo!


Casi todo los días me dicen o me preguntan: yo quisiera tener tu misma disciplina; ¿cómo haces para ser tan juiciosa? Y yo literal, me quedo pensando en esa respuesta poderosa de una sola frase que pueda encender el chip en quien me pregunta. No lo sé, cómo te digo, a ver yo pienso, quiero poder explicarteeeee… Nunca he podido dar con ella, me da hasta pena porque pues, jamás quiero dar a pensar que no quiero compartir esa anhelada receta, porque si algo me hace feliz, es ver a la gente haciendo deporte.



Los días del no-flow

Pero bueno, como todo ser humano, por acá no todo es tan perfecto ni fluye todos los días con la misma facilidad. Como todos, tengo también mi yo y mi otro yo. Digamos que el yo es esa persona organizada, planeadora, que ejecuta y logra sus objetivos todos los días, y que el otro yo es esa persona que cuando se levanta, no sabe si comerse un banano o irse pa´ Nueva York – literal. Pero… una cosa sí he comprobado, y es que en los días en que me gobierna ese otro yo, el desordenado, la probabilidad de que el caos empeore si no entreno es igual o mayor a la de NO ganarse el Baloto.


He vivido tantas veces el efecto emocional negativo de postergar mi entreno o peor aún de saltármelo, que no solo prefiero evitar las consecuencias de sentirme mal por no haberlo hecho sino que busco los efectos positivos de cuando sí lo hago y encuentro en él momentos de regocijo (1. Gozo o alegría muy intensa que se hace ostensible. 2. Satisfacción o complacencia que se hace ostensible. ) En otras palabras, el cuerpo y el alma empiezan a reconocer esa necesidad que de vez en cuando se ve nublada por una resistencia que no es más que un deseo reprimido: un yo quiero pero por alguna razón no arranco; un quiero sentirme mejor pero qué pereza; un quiero ver los cambios pero hoy paso - y sé que debo ir YA.


He sentido tantas veces esa felicidad de haberlo hecho, que con cabeza fría me pongo los tennis y salgo como caballo de carretilla con los ojos vendados a donde mi amo (mi mente) me quiere llevar. Es la cabeza la que me ayuda, es la misma que cuando voy corriendo y me siento cansada me dice: acuérdate que sí puedes, ya lo has hecho antes, piensa en la meta, piensa en el objetivo, piensa en los beneficios, piensa en el bienestar, piensa en el retorno de esa inversión, y mientras me pongo las medias, ya estoy metida en el cuento, ya todo eso se me ha olvidado. Cada entreno sumado, es como una milla acumulada para que cuando el otro yo me hable y me diga “qué pereza”, yo tenga con qué ganar esa batalla.


También honro mi alma (y mi pereza)

Si seguimos siendo realistas, también están los días en los que he aprendido a honrar mi estado de ánimo (tristeza, pereza, falta de energía, una locha inmensa…), los días en los que todo se acumula y puede obedecer a una carga hormonal de esos días del mes, al cansancio, al estrés, al trabajo, tantas cosas del día a día que a veces son inamovibles que suelto y sin darme látigo digo HOY NO. Si bien es cierto, el día de descanso es tan importante como el día de entreno, siempre van de la mano, no pueden existir el uno sin el otro, porque descanso sin entreno es igual a desentreno (vagancia), y entreno sin descanso es igual a excederse. Entonces, sin echarse uno culpas, lo mejor es dejar la ropa de entreno lista para la próxima jornada y más vale enfocarse en toda esa lista de pendientes del día a día.


Cuando estoy C O N E C T A D A

En este estado, solo estoy pensando en que amanezca para ir a entrenar. Son los días en los que pongo la alarma feliz, siempre dejo la ropa lista, y lo que voy a llevar, la ropa de calle, me acuesto y me levanto a entrenar. Sé exactamente si voy a correr, a montar, a nadar, a hacer pesas, core, yoga, brazos, indoor, en fin, pero salgo con un rumbo fijo y un entreno en mente o escrito – jamás a la deriva. Salgo de la casa creyendo que con la emoción que tengo no necesito más, para darme cuenta que siempre cuando regreso, estoy mil veces más dichosa que cuando salí, y entonces, acumulo más millas de bienestar para contrarrestar esos días que ya sabemos.



En conclusión, es difícil encontrar una frase o una receta para encontrarle el gusto al deporte. Lo primero que debemos reconocer es un objetivo, entender que todo es un proceso, que hay que amar y aceptar el proceso, que así como hay días buenos hay días malos, que de los días malos también salen buenos entrenos, y que los días buenos son los que más hay que aprovechar, que aunque para algunos el amor por el deporte viene en la sangre, también puede ser un gusto adquirido. Si acompañamos ese deporte de un objetivo, un poco de disciplina, un buen parche y de pronto una buena música, tal vez, pueda ser más fácil de digerir. Lo que sí hay que hacer es montarse en el barco que es, porque cualquier barco nos sirve si no sabemos para dónde vamos.

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