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julyosoriohh

Había Una Vez una Vaca...

Hace poco, estuve de cacería por varios sitios en busca de un libro que quería regalar. Después de verlo agotado en todas partes, hasta en las páginas web, me fui al centro donde también recorrí varias esquinas, y no lo encontré. Estando en esas, deambulando por los pasillos de una librería que seguramente llevaba varios años ahí, me saltó a la vista un título que no conocía antes. Estaba en inglés, se llama La Vaca,pero el nombre de su autor sonaba tan colombiano como el Vallenato, y en letras más pequeñas decía: “un libro sobre cómo deshacernos del conformismo y las excusas que nos impiden triunfar”. Yo me preguntaba, ¿y por qué la vaca?

 



Poca necesidad tenía de traer un nuevo título a casa, ando atrasada con una biografía que no me he terminado, y otros que aun conservan su papelito. Creo que no faltó ni un solo segundo para entender por qué, o mejor, para qué ese libro llegó a mis manos, pues en mi franca forma de ver la realidad, soy capaz de ver todas las vacas que me rodean, pero las dejo engordar. Aunque no es una invitación formal a leerlo o hacer introspecciones muy profundas, sí lo es a crear conciencia sobre las mismas, a verlas, a tener la fortaleza de cerrarles la puerta cada vez que mugen y que nos pidan comida.

 

A todas esas, ¿qué son las vacas?

Las vacas son las excusas que siempre tenemos para no hacer lo que debemos hacer. La fábula, que no es inventada por el autor, se resume en la historia de una familia que vivía su vida mediocre alrededor de una vaca, conformándose con lo que la vaca les daba para vivir que era la leche. La vida de ellos no cambia hasta el día en que les matan la vaca, y la familia no tiene otra opción que reinventarse y salir adelante. Lo peor es que a esas excusas, les llamamos razones...

 

Los procesos de cambio personales no son tan fáciles como escribir un plan y cumplirlo a cabalidad, pero sí creo que el primer paso es generar consciencia sobre lo que hago y dejo de hacer. En ese momento me acordé de cómo, cuando los pacientes llegan a Alcohólicos Anónimos, lo primero que les hacen decir en voz alta es “soy alcohólico”, es decir, el primer paso es reconocer una situación, como punto de partida, para luego saber qué hacer. Es como cuando las niñas me dicen que les duele algo, hay que reconocer de dónde viene el dolor para saber qué dar: la barriga – buscapina, la cabeza – dolex, los músculos – ¿será de masaje?… pero mientras yo no haga conciencia de mi situación, cualquier remedio me sirve, o mejor, no me sirve.

 

El libro, aunque no me ha cambiado la vida como tal de un día para otro, me ha ayudado a crear más conciencia del millón de vacas que tengo en mi corral, ya no solo las veo sino que busco mecanismos para ignorarlas, para silenciarlas, para dedicarme a hacer lo que sí debo hacer. Se trata del acto genuino de reconocer nuestros anhelos, deberes, responsabilidades, nuestros sueños, que los ignoramos, nos hacemos creer que no nos importan y peor aún, postergamos. Se trata de darle nombre a eso que nos bloquea, a esas "razones"a reconocer esa manada de excusas que se interponen. Creo en los hábitos, en la disciplina, en los compromisos, en las afirmaciones, y en todas las herramientas que nos ayudan a mantenernos fieles a nuestro camino.


También creo que siempre habrá una excusa y tendremos "razones"para justificar no ir a entrenar, para no comer bien, para no ahorrar, para no organizarnos, para no planear, para seguir en una relación que no es, para trabajar donde no queremos, para no pasar tiempo con nuestros seres queridos, para no aprender cosas nuevas, para dejar ir nuestros sueños. Pero no le echemos la culpa a la lluvia, a la interposición de Saturno con Urano (me lo estoy inventando), a la reunión, a nuestra edad, a nuestras capacidades, a nuestras habilidades, a nuestro nivel de estudio, a creer que no hay nada mejor. Creo que lo que hemos hecho o dejado de hacer, lo debemos asumir y reconocer, y también, hay que ponernos límites para ver hasta cuándo lo vamos a aceptar. No veo razón para seguir en el medio, en lo tibio, en el limbo, sumergidos en el miedo, cuando se puede estar en un mejor. Finalmente, todos tenemos las mismas veinticuatro horas para hacer lo que debemos hacer para estar en ese mejor lugar.


P.D. Hoy me dije mil veces "hoy no escribo, y qué", con levantada de hombro y todo. Se me pegó l vaca para decirme que si no escribía, el mundo no se iba a acabar. Tengo un guacal lleno de razones (excusas) para no haberlo hecho. Pero hoy, hoy le puse mute a las vacas, porque sabía que de hecho, nada iba a pasar, pero me sentía más completa, más feliz, más tranquila, haciendo lo que me correspondía hacer.



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