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julyosoriohh

La prueba ácida del por qué y el para qué

Actualizado: 12 ene



Me hago y hago muchas preguntas a diario, en especial después de un libro que odié pero por lo que veo, me dejó marcada (El Libro de las Grandes Preguntas – Warren Berger), porque ya no hablo sino que pregunto, y además pongo a prueba muchas veces al día estas dos: por qué o para qué? Cuando quiero probar la firmeza de mis intenciones, las enfrento, las confronto, y me doy cuenta de la pobreza de los argumentos que se pueden encontrar detrás de un ¿por qué? La más sencilla y algo grosera: ¡porque sí! (Por no decir otra cosa). En cambio, cuando tengo un para qué, me doy cuenta que es como la columna de mi rascacielos, un centro, un motor, que no tengo mucha disposición de negociar porque es MIO, porque viene de adentro, de mi necesidad de expresar esa persona que grita desde lo profundo. Entonces, cuando quiero probar la firmeza de mis intenciones me voy al para qué y ahí si me pongo a pensar. ¿Para qué... para qué era que estaba haciendo esto?


La Corchada: una relación costo – tiempo - beneficio

Cuando el para qué no está tan claro, empieza uno a titubear. Y sin ir muy profundo, creo fielmente en que detrás de lo que hacemos, debe haber un para qué. ¿Por qué? Porque detrás de él están los objetivos, las razones, el drive, lo que nos mueve, la energía, las cosquillas en el estómago, el miedo, la duda y todo eso que necesitamos aclarar para poder seguir. Detrás del para qué está la productividad, porque hay una diferencia muy grande entre estar ocupado y entre estar haciendo algo productivo. Nos acostumbramos y crecimos con la idea que estar ocupados, es decir, haciendo “algo” es suficiente, lo que tal vez no nos aclararon, es que la idea de esa ocupación es que tenga algun tipo de resultado. Y aunque puede coincidir con que muchas de estas veces, haya productividad, me atrevo a decir que no es más que una coincidencia.


Esta es, fácil, una de las lecciones de vida que más me ha gustado recibir, pues como una multitasker a la que le gusta hacerlo todo y hacerlo bien, nunca aprendí a delegar, me lleno de tareas que he podido soltar. ¿Por qué? Porque me gusta, y porque he tenido la capacidad, la disposición, la voluntad y el tiempo de hacerlo… ¿Para qué? Uffff, qué pregunta más ácida. Momento de pararse en la barrera y revisar qué tan productivos han sido todos esos to-dos. ¿Qué tal si busco ayuda para hacer más de la mitad de las cosas de las que me he encargado? ¿De qué manera puedo ocupar ese tiempo que libero, y me pongo a hacer algo más? ¿Podemos pensar en actividades de rutina que podemos delegar? ¿Y qué haremos con esa disponibilidad de tiempo?


Soltar y sus costos

Delegar es duda un acto de fe (y de confianza) con muchos costos y responsabilidades asociadas. Delegar es un arte e incluso, puede llegar a ser un don que involucra la habilidad más importante de todas: la comunicación, bajar las expectativas de la nube y traducirlas exactamente a lo que esperamos, confiar, hacer seguimiento, esperar desalineadas, volver a alinear, en un espiral creciente y continuo. Nos pone a prueba en nuestras capacidades de ponernos en los zapatos del otro, para que nosotros, en el lenguaje del otro, expresemos el resultado esperado, de lo contrario, prepararnos el costo mas alto: que todo salga mal. Y aunque generalmente, delegar tiene un costo (nadie trabaja gratis), vale la pena analizarlo. Es ahí donde se pone la balanza: qué estoy produciendo mientras hago esto vs. qué podría estar haciendo que fuera más productivo. Es una relación costo – tiempo – beneficio que cada uno podrá cuantificar según sus capacidades productivas que, diría yo, normalmente subestimamos.


Bueno y a todas estas, yo por qué me gasté todo este tiempo en poner estas palabras sobre una pantalla en blanco? Porque me nace (tan educada). ¿Y para qué? Para sembrar semillas, para sacar todo eso que tengo por dentro, para que a alguien le llegue y le llene, para no quedarme con las ganas de haberlo hecho, para dejarlo ahí, como un mensaje en una botella que llega exactamente a quien deba llegar, para que alguien algún día me diga que quiere que le escriba algún artículo… tantas razones que me dije a mí misma: voy a sacar estos minutos para hacer esto que me fascina, que tiene muchas buenas razones de fondo y además disfrutaré haciendo. Para qué más, qué bendición🙏🏼.





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